La ansiedad se caracteriza por ser una experiencia subjetiva de temor, pérdida de control y anticipación de peligro. No solemos prestarle atención hasta que resulta muy difícil convivir con ella. En las personas que la sufren, existe constantemente un sentimiento de temor o angustia irracional.

En general, la ansiedad sigue los siguientes patrones:

  • La reacción es desproporcionada. Así, una situación puede parecer más temible de lo que objetivamente es.
  • La reacción es involuntaria y no logra controlarla.
  • Se reconoce que el miedo es irracional, en el sentido de que la mayoría de las personas no reaccionan como quien padece ansiedad.
  • No es adaptativa.
  • La duración del miedo o angustia es mayor de lo esperable por la situación.

La depresión nos hace tener una visión negativa de uno mismo. En segundo lugar, nos hace, además, interpretar las experiencias de manera negativa. Esto se puede trabajar a través de una terapia adecuada. Por último, también nos hace tener una visión negativa acerca del futuro. Se anticipan dificultades o sufrimientos indefinidamente.

Todo esto crea lo que se denomina distorsiones cognitivas, es decir interpretar las cosas de manera distorsionada.

Las principales distorsiones cognitivas son:

  • Pensamiento Dicotómico: consiste en ver las cosas como blancas o negras. Sin puntos intermedios.
  • Sobregeneralización: consiste en ver un suceso negativo como una derrota que nunca acabará.
  • Abstracción Selectiva: poner toda la atención en un detalle aislado, generalmente negativo.
  • Descalificación de las Experiencias Positivas: consiste en no tener en cuenta las experiencias positivas.
  • Inferencia Arbitraria: es el hecho de imaginar las peores situaciones, aunque tales situaciones no existan.
  • Magnificación y/o Minimización: consiste en acrecentar los errores propios y los éxitos ajenos.
  • Razonamiento emocional: asumir que sus sentimientos negativos son el resultado de que las cosas son negativas.
  • “Debería”: intentar empujarse y mejorarse a sí mismo con “debería “, “tendría que“, “debo hacerlo mejor“. La consecuencia emocional de estos pensamientos es la culpa, la ira y el resentimiento.
  • Etiquetación: etiquetarse con adjetivos negativos.
  • Personalización: consiste en verse a sí mismo como la causa de lo sucesos  desafortunados o desagradables de los que no es responsable.

Dentro de este tipo de trastornos encontramos: el trastorno bipolar I y II y el trastorno ciclotímico.

El denominador común de todos ellos, es la alternancia entre episodio depresivo y episodio maníaco. A continuación, explicamos de manera breve en qué consiste cada uno.

Episodio Maníaco:

  • Se caracteriza por un sentimiento extremo de bienestar, energía y optimismo. Podemos encontrar un aumento del habla, hiperactividad, desinhibición de conductas y estado de ánimo eufórico. Además, suele disminuirse la necesidad de dormir.

Episodio Depresivo:

  • En este episodio, podemos encontrarnos con ganas de romper a llorar sin motivo. Perder el interés por cosas que antes disfrutábamos. Aparece la inquietud y el nerviosismo. Pero, además, también podemos perder la confianza en uno mismo, sentir que no nos queda esperanza o, incluso, tener ideas de suicidio.

El duelo es un proceso que se lleva a cabo después de una pérdida. Esta pérdida puede ser de una persona querida, de un empleo, de una relación, de un objeto…

El duelo afecta psicológicamente, pero también afecta al comportamiento y al físico de quien lo sufre.

Debemos tener en cuenta que este duelo es un proceso necesario, universal y doloroso. Es importante integrarlo en la vida y restablecer una relación con él, superando cada una de sus cinco fases: negación, ira, negociación, depresión y aceptación.

Cada persona necesita un tiempo diferente para conseguir completar este ciclo. Sin embargo, a veces, pueden llegar momentos en los que no se avanza y es necesario solicitar ayuda para conseguir superar este sentimiento.

El estrés es la tensión física y mental que aparece cuando te sientes desbordado por las obligaciones cotidianas o por una situación nueva que aparece en tu vida.

Al hacer una evaluación de la situación, consideras que no puedes con ella, pero tampoco la puedes parar. Si esto se mantiene en el tiempo, tu cuerpo acaba resintiéndose.

El nivel de estrés depende de la relación entre la persona y la situación. No importa tanto la realidad, sino la percepción que se tiene de ella.

¿Cómo podemos saber si tenemos estrés?

Señales de estrés:

  • Malestar estomacal o intestinal, malas digestiones, diarrea.
  • Problemas respiratorios.
  • Comer, beber o fumar en exceso.
  • Tensión en los músculos, fundamentalmente del cuello, hombros, parte baja de la espalda o de la mandí
  • Dolor de cabeza por tensió
  • Temblor en las manos.
  • Descenso en nuestras defensas que nos hace más vulnerable a desarrollar cualquier infección.
  • Aumenta el riesgo de padecer cardiopatías, asma, colitis, ú..
  • Irritabilidad y malhumor.
  • Dificultad para concentrarse.
  • Se empieza a considerar que relacionarse con los demás es una pérdida de tiempo.

Las fobias, a pesar de no tratarse de un trastorno psiquiátrico grave, son un trastorno psicológico con mucha repercusión negativa en la vida diaria de la persona.

Exiten tres tipos de fobias:

  Fobias específicas:

1. De tipo animal: miedo a animales o insectos.
2. De tipo ambiental: miedo a situaciones del ambiente como fenómenos climáticos. 
3. De tipo sangre-inyecciones-daño.
4. De tipo situacional: el miedo aparece ante determinadas situaciones específicas como pueden ser viajar en avión, estar en un lugar cerrado…
5. Otras: no se clasifican en ninguno de los otros subtipos. Esto no las hace menos importantes y requieren, igual que el resto, de un trabajo psicológico.

 Fobia social:

  • Miedo a las situaciones sociales, situaciones que tienen que ver con la relación de la persona con los demás. La persona experimenta un gran malestar.  Las situaciones más comunes suelen ser: el miedo a estar con mucha gente, el miedo a encontrarse la persona sola, vergüenza extrema a hablar con desconocidos.

 Fobias generalizadas:
En este caso, la persona experimenta miedo, ansiedad y preocupación elevada ante una amplia variedad de acontecimientos.

*En Ala Psicologia disponemos de una metodología de Realidad Virtual para tratar algunas de estas fobias. Esto nos permite acceder a la fobia de manera indirecta para así aprender a tratar con ella. Consúltenos.

El Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) es un trastorno que se caracteriza por la presencia de pensamientos, imágenes, ideas o impulsos intrusivos que son recurrentes y persistentes y que producen ansiedad, miedo y malestar. A estas ideas recurrentes se les llama obsesiones.

La persona no desea experimentar estas obsesiones y quiere frenarlas, pero le invaden y resulta difícil apartarlas.

Con el objetivo de aliviar ese malestar que le producen las obsesiones, la persona trata de rechazarlas o evitarlas de dos posibles maneras: 1) mentalmente: pensando, 2) mediante la realización de conductas repetitivas.

También hay personas que se obsesionan y no realizan rituales, dado que el ritual puede ser simplemente discutir, analizar su pensamiento o repasar mentalmente los datos a favor y en contra de su pensamiento o idea, una y otra vez.

Las personas que conviven con TOC suelen tardar varios años en pedir ayuda. Sin embargo, es importante empezar a trabajarlo cuanto antes.

Antes de definir la autoestima hay que  entender qué es el autoconcepto, ya que la autoestima se fundamenta en él.

Todos tenemos una imagen mental de nosotros mismos, es decir una percepción y una idea de cómo somos tanto física como psicológicamente, esta autopercepción forma un concepto mental de quién y cómo somos.

Nos formamos esa imagen a lo largo del tiempo, empezando en nuestra infancia.

Esta idea de nosotros mismos puede coincidir con la idea que los demás tienen de nosotros o no, incluso esta idea puede coincidir con la realidad o no.

La autoestima se puede definir como el resultado emocional que surge si aceptamos y nos gusta nuestro autoconcepto.

Otro punto importante es que la autoestima, no es un concepto fijo y estable, se manifiesta de forma cambiante en función de nuestra situación vital y nuestras circunstancias y se va modificando a lo largo de nuestra vida.

Una autoestima sana nos permite tener una serie de conductas y actitudes que tienen efectos beneficiosos para la salud y la calidad de vida. Pero, a veces, no es tan sencillo y necesitamos aprender a aumentar nuestra autoestima y conocernos mejor a nosotros mismos.

Diariamente estamos en contacto con otras personas. Intercambiamos impresiones, opiniones o, a veces, simples conversaciones que no tienen mayor sentido que el hecho de relacionarnos con otros humanos.

El ser humano, es un ser social y, por ello, suele buscar relacionarse con el resto. Sin embargo, a veces no encontramos la mejor manera de hacerlo o nos supone un problema el hecho de tener que hacerlo. Si tu caso es el último, te animamos a visitar nuestro apartado de fobias.

A menudo, la interacción social es algo natural y espontáneo, pero no todas las personas tenemos las mismas habilidades sociales. Sencillamente, porque somos diferentes.

Es importante saber marcar un espacio vital, unas condiciones que garanticen nuestra autoestima y nuestros derechos. Para ello, es importante trabajar la asertividad. Las conductas asertivas pueden aprenderse mediante un entrenamiento adecuado en habilidades sociales.

Otras dificultades que podemos encontrar dentro de un contexto social, son aquellas que experimenta la persona con timidez o con el temor a la evaluación negativa de los demás o la fobia social. 

Será necesario trabajar estos conceptos para favorecer que gradualmente la persona se atreva a exponerse a situaciones sociales.  La superación del miedo, con frecuencia combinado con un entrenamiento en determinadas habilidades sociales, redundará en la puesta en práctica de conductas adecuadas que se verán reforzadas por los demás.

Los trastornos del sueño interfieren significativamente en nuestra vida cotidiana, en nuestras actividades y pueden ser causa o consecuencia de otros problemas emocionales.

En ocasiones, los trastornos del sueño se relacionan con depresión o trastornos de ansiedad y suelen remitir cuando se superan estos trastornos, pero esto no siempre sucede requiriendo, en ocasiones, una intervención específica.

La necesidad de un tratamiento enfocado específicamente a los trastornos del sueño se debe, en muchas ocasiones, a que el sueño se condiciona con facilidad y asociamos determinados estímulos con no dormir o con dormir en exceso.

Dentro de los trastornos del sueño encontramos:

  • Hipersomnia: gran dificultad para mantenerse despierto, causando un deterioro funcional significativo, entre los que se cuentan: fatiga, cansancio, pérdida de concentración, problemas de movimiento… Estos problemas conducen a una gran pérdida de atención del entorno.  Estos síntomas causan problemas añadidos que acabarán por modificar aspectos personales del sujeto, como son: trastorno afectivo y de autoestima, deterioro social y laboral.
  • Insomnio:se define como la dificultad para iniciar o mantener el sueñ Existe una norma clínica para clasificar si una persona padece o no de insomnio:
    1. Si la persona tarda más de treinta minutos en dormirse.
    2. Si la persona duerme menos de seis horas. Si estas sensaciones son inferiores a tres semanas o un mes, se habla de insomnio ocasional o transitorio, y cuando es superior a ese tiempo, de insomnio crónico.

Un trastorno de la personalidad es un patrón permanente e inflexible de comportamiento que se aparta, acusadamente, de las expectativas de la cultura y la edad de la persona.

El trastorno de personalidad provoca una gran inestabilidad afectiva y conductual, que altera y perturba muchas áreas de la vida (formativa, laboral, afectiva, relacional) del paciente y de las personas con las que convive. Puede haber otras complicaciones asociadas, como trastornos del estado de ánimo, de la alimentación, drogodependencias, etc., que agravan el problema.

Existen diversos tipos dentro de esta categoría. Algunos ejemplos son: Trastorno Dependiente, Trastorno Límite, Trastorno Evitativo, Trastorno Histríonico, etc. De cada uno de ellos depende la intervención que deba realizarse.

La dependencia emocional es un estado psicológico que se manifiesta en las relaciones de pareja, familia o amistad.

La persona que sufre dependencia emocional se “engancha” a otra y, en muchos casos, la idealiza y la justifica constantemente. Cuando esto ocurre, aunque podemos no darnos cuenta, estamos colocando a la otra persona por encima de nosotros mismo, en lugar de relacionarse desde un plano de igualdad.

Es frecuente que la persona dependiente anteponga los deseos y las necesidades del otro. De hecho, en algunas ocasiones,  incluso renuncie del todo a los propios.

Cuando esto ocurre puede que se experimente una marcada frustración, ansiedad, miedo al abandono, o sentimientos de enfado y culpa que se intercalan.

Es importante, para conseguir el desenganche emocional, trabajar la autoestima, el autoconcepto, la seguridad en uno mismo, la asertividad…

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